Siendo
muy joven, con menos de 30 años de edad el escocés James Clerk Maxwell, se ganó
una sólida reputación como hombre de ciencia. Acababa de encontrar la causa
del daltonismo y de mostrar que los anillos de Saturno están formados
por gran número de rocas de todos los tamaños.
Trató
por entonces de comprender, mediante una analogía mecánica, el significado de
las líneas de fuerza que había introducido Faraday para justificar la
simetría entre los campos eléctricos y magnéticos. Imaginó el espacio lleno de
unos engranajes que se mueven unos a otros, los torbellinos moleculares,
cuyos ejes de rotación son las líneas de fuerza de Faraday. Estas
consideraciones meramente mecánicas le permitieron explicar todos los fenómenos
eléctricos y magnéticos conocidos. Reduciendo a un punto la dimensión de sus
torbellinos, dio las ecuaciones del campo electromagnético tal y como se las
emplea en la actualidad, con lo que operó la primera unificación en la historia
de la física.
El
campo electromagnético así definido se caracteriza por ondas que se propagan a
velocidad finita: a unos 300.000 km/s, que coincidía justamente con la
velocidad de la luz que acababa de medir Léon Foucault. De ahí dedujo Maxwell
que el «éter» introducido en óptica por A. Fresnel era de la misma naturaleza
que aquel en el que se propagaban sus ondas electromagnéticas. A los
contemporáneos de Maxwell esta notable síntesis les pareció de lo más
delirante; pero en 1887, ocho años después de su muerte, fue verificada
experimentalmente gracias a los trabajos de Heinrich Hertz.

Estudió
en la Academia de Edimburgo obteniendo éxitos en Matemáticas y Literatura.
A
la edad de quince años presentó -a través de las amistades de su progenitor- ,
en la Real Sociedad de Edimburgo, una nueva solución al problema del óvalo
perfecto, que fue aceptada como la más simplificada de las hasta entonces
existentes.
A
los diecisiete años inicia un estudio sobre las refracciones de la luz y el
comportamiento de los sólidos elásticos, que concluye en menos de tres años con
expresiones matemáticas de los resultados obtenidos. Ingresa en la Universidad
de Cambrigde y comienza a escribir ensayos literarios y filosóficos. Acabada su
carrera publica un estudio sobre los colores que consolida su fama anterior
como científico.
Profundiza
en los estudios iniciados por Faraday y universaliza sus principios mediante su
aprehensión matemática. Con respecto a la “propagación de ondas” en el espacio
razonaba así:
El
cambio del campo eléctrico, razonó MAXWELL, engendra en proximidad un campo
magnético, e inversamente cada y acción del campo magnético origina uno
eléctrico. Dado que, acciones eléctricas se propagan con velocidad finita de
punto a punto, se podrán concebir los cambios periódicos —cambios-dirección e
intensidad— de un campo eléctrico como una propagación de ondas. Tales ondas
eléctricas están necesariamente acompañadas por ondas magnéticas
indisolublemente liga ellas.
Los
dos campos, eléctrico y magnético, periódicamente variables, están
constantemente perpendiculares entre sí y dirección común de su propagación.
Son, pues, ondas transversales semejantes a las de la luz. Por otra parte, las
ondas electromagnéticas se transmiten, como se puede deducir de
investigaciones de WEBER y KOHLRAUSCH, con la misma ve dad que la luz. De esta
doble analogía y congenial MAXWELL concluye su identidad: la luz, afirma,
consiste en una perturbación electromagnética que se propaga en el éter. Ondas
eléctricas y ondas luminosas son fenómenos idénticos.
A
la construcción teórica erigida por MAXWELL, HEINRICH HERTZ (1857-1894) brindó
la base de la comprobación experimental. En 1888 logró producir ondas por
medios exclusivamente eléctricos y demostrar que estas ondas poseen todas las
características de la luz visible, con la única diferencia de que sus
longitudes de onda son enormemente mayores. HERTZ pone en evidencia que las
ondas eléctricas se dejan refractar, reflexionar, polarizar, y que su velocidad
de propagación es igual a la luz. La predicción de MAXWELL se había
realizado: ¡la existencia de las ondas electromagnéticas era una
realidad tangible!
Durante
un breve tiempo trabaja en la Universidad de Aberdeen y posteriormente en el
Colegio Real de Londres, hasta 1865. A este tiempo corresponde la
fundamentación matemática de las leyes físicas de Faraday sobre la dinámica del
campo electromagnético. Fundó el laboratorio Cavendish y lleva su dirección
realizando la síntesis del estudio teórico-práctico de la Física. Esta
institución supuso una evolución al prestigio teórico de Cambridge.
Una
vez establecida la posibilidad de transmitir oscilaciones eléctricas sin
conductor, el paso decisivo estaba dado para constituir la telegrafía
inalámbrica, cuyo primer esbozo se escondía en los experimentos de HERTZ y que
había sido desarrollada por el francés EDOUARD BRANLY, el inglés OLIVER LODGE,
el ruso GEORGE POPOFF y el italiano GUGLIELMO MARCONI. En 1899 las ondas
hertzianas lograron cruzar el Canal de la Mancha y años después el océano
Atlántico.
Tan
grande como su utilidad práctica fue la inmediata consecuencia teórica de las
investigaciones de MAXWELL y de HERTZ. Todas las radiaciones se revelaron de la
misma índole física, diferenciándose solamente por las longitudes de onda. Su
escala comienza con las largas ondas hertzianas y, pasando por la luz visible,
terminó en los días de HERTZ con los rayos ultravioletas, a los que pronto
debían agregarse los rayos X, los rayos radiactivos y los rayos cósmicos.
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